Roald Dahl, el autor de "Charlie y la fábrica de chocolate" y "Matilda", entre otros libros para niños e historias para adultos, fue también un científico e inventor a quien nunca se ha dado crédito por sus creaciones.
Su bebé de cuatro meses fue embestido por un taxi y desarrolló hidrocefalia, lo que llevó a que le instalaran una válvula craneal. La válvula se bloqueaba periódicamente, lo que obligaba a nuevas operaciones y oscurecía el futuro del niño.
Dahl, en lugar de verse superando el dolor de un padre preocupado por la salud de su hijo, convocó a un amigo aeromodelista que construía motores minúsculos para sus modelos. Juntos diseñaron la válvula de Dahl-Wade, que se caracteriza por ser simple, barata, fácil de construir, y no se bloquea nunca.
Esa válvula no sólo se instaló en el hijo de Dahl, sino también en miles de niños alrededor del mundo. Dahl y Wade nunca ganaron dinero, y se concentraron en subvencionar la venta en el tercer mundo cobrando las válvulas mas caras en el primero. La válvula fue publicada en un artículo de The Lancet que escribió Dahl pero no firmó, porque ni siquiera le interesaba el crédito.
